El peso del honor
- Chupi
- 13 abr
- 4 Min. de lectura
por RBL-Δ // Publicado en el último número de Umbral: Voces del Vacío.
Dicen que no hay honor en la piratería, que gankear no tiene honor.
Que emboscar a un carguero sin escolta es una cobardía. Que atacar a un minero indefenso o a un transportista sin armas no demuestra habilidad, ni valor. Hay quienes aún pretenden escribir códices de ética en la negrura del vacío. Se llaman a sí mismos “hombres de honor” mientras limpian la sangre de sus botas con banderas de imperios podridos.
Defienden que el verdadero piloto se mide en combate justo, frente a frente, con reglas tácitas como si el espacio fuese una arena del Coliseo. Incluso en en Roma, la sangre alimentaba al pueblo, no al honor.
El vacío no tiene reglas. Tiene cinismo, oportunidades, y un mercado que no duerme. Las naves explotan. Da igual si están armadas o no. Si llevan minerales, datos, implantes, bailarinas exóticas, tabaco o basura. Da igual si gritan o lloran. Cuando revientan, se convierten en mercancía. En loot. En Anoikis todo tiene precio: se vende o se trueca.
Eso no es honor. Eso es teatro.

Y mientras discuten sobre lo que es "justo", nosotros seguimos operando. Invisibles. Silenciosos. Con un cronómetro en la mente y la curvatura preparada. Porque en este juego no gana el que grita más fuerte, sino el que entiende que todo lo que vuela, explota. Y todo lo que explota… se cobra.
¿Dices que no hay desafío en cazar a quien no puede defenderse? Te diré qué sí carece por completo de desafío: enviar a veinticinco pilotos para intentar eliminar a uno solo. Eso no es honor, eso es desesperación disfrazada de superioridad moral. Incluso necesitan desplegar una nave de clase Kitsune para neutralizar los sistemas de calibrado del objetivo y asegurarse de que no pueda devolver el fuego. Una sola fragata, bajo el ataque coordinado de veinticinco acorazados. Y aún así, lo llaman táctica.

He visto a una simple fragata Astero derribar a un crucero estratégico clase TIII. Era lo único que tenía a mano en ese momento. Adaptó los módulos que encontró entre la chatarra, improvisó sobre la marcha y consiguió lo inesperado. Pero al día siguiente, si matas una Venture, se les llena la boca con palabras como piratería, ganker, cobarde. Como si el valor se midiera por el tamaño de la nave y no por la voluntad de usarla.

Cada día se licencian cientos de novatos nuevos, con sus flamantes clones y cápsulas de última tecnología. Deben llevar champán en lugar de gel hidrostático; de ahí la borrachera cuando los cazas de las formas más absurdas. El único criterio que sigo es simple: si vuela, puede explotar. El resto es sentimentalismo.
No pregunto si llevaban armas. No me interesa si era su primera vez en espacio desconocido. Solo hay una pregunta que me importa: ¿qué dejaron al morir?. Porque en este rincón del vacío, el respeto no lo dan los discursos, sino el eco metálico de una bahía de carga repleta.Y ese eco... ese eco yo lo escucho cada noche, cuando regreso de una incursión.
Siempre hay pilotos que, antes de transmitir su conciencia, abren un canal de comunicación y preguntan qué ha ocurrido. Cómo he aparecido de la nada, cómo he conseguido cazarlos. Para ellos tengo un boletín, un simple panfleto con las reglas básicas. Si las sigues, es difícil que te cacen. Pero esas normas no las enseñan en el Imperio. Solo enseñan a obedecer.
Incluso tienen un sistema, en muchas alianzas, donde te exigen volcar todos tus datos: registros de vuelo, rutas de salto, configuraciones, listas de contactos… hasta tus mensajes personales. Todo bajo la excusa de la “seguridad operativa”. Paranoia pura. Viven rodeados de espías imaginarios y conspiraciones internas que terminan por consumirlos desde dentro.
A mí no me encontraron nada cuando desperté. Ni identificadores, ni historial de navegación, ni origen registrado. Solo una cápsula dañada, una señal muerta y mi mente intacta. Quizás por eso les incomodo tanto: no tengo nada que puedan controlar.

Yo no cazo Retrievers en los sistemas sin nombre. Cazo a quienes las cazan. Y luego, si puedo, cazo a la Retriever también. Si me sirve de cebo, la dejo viva el tiempo suficiente para que actúe como imán. Si no, la desarmo y la vendo por piezas. Que sus restos vuelvan al espacio conocido, donde CONCORD aún pretende jugar a ser árbitro.
Es fácil fingirse justo cuando tienes cruceros con tecnología joviana y respaldo imperial. Pero el Imperio nunca luchó limpio. Solo impuso sus reglas cuando le convenía. En Anoikis, nadie viene a salvarte. Nadie pregunta si fue justo. Solo si lo lograste. Solo si volviste con algo que vender.
La caza no es una cuestión de honor. Es una cuestión de utilidad. Las naves explotan el resto son excusas.
¿Quieres sobrevivir aquí fuera? Aprende a distinguir entre ideales y objetivos. Uno te deja varado, el otro te lleva a casa con las bodegas llenas.
Y recuerda: en el vacío, nadie puede escuchar tus lloros.
Publicado en una terminal olvidada del complejo de The Sanctuary Institute of Paleocybernetics, Thera. Circuló primero como archivo no indexado, incrustado en el feed de datos de una cápsula recuperada. Luego... llegó a oídos de quienes no debían haberlo leído.
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